jueves, 7 de diciembre de 2017

Café Universal




El Café Universal: ese gran cuadrilongo, blanco y dorado, cubierto de espejos hasta una altura considerable y alumbrado por elegantísimas lucernas, fue inaugurado el sábado 28 de septiembre de 1861 en el número 15 (hoy nº 14) de la Puerta del Sol de Madrid.

Tanto la parcela como el edificio donde estuvo ubicado, como muchos otros de la Puerta del Sol, fueron propiedad del opulento capitalista Juan Manuel Manzanedo González, que había obtenido su enorme fortuna con la trata de esclavos, entre otros negocios.

Juan Fernández Quevedo, propietario y fundador del Café Universal, invitaría a lo más selecto de Madrid a la apertura del nuevo negocio. La fiesta, en la que se sirvieron helados y bebidas hasta las doce de la noche, contó con la excelente orquesta dirigida por el maestro Skozdopole (Johann Daniel Skoczdopole).

El Universal era un café de lo más elegante; en la fachada se anunciaba su título en español, francés e inglés con letras doradas sobre fondo azul encima de las puertas. En el entresuelo, al que se accedía por una escalera de caracol que partía del salón principal, además de tener entrada propia por el portal del edificio, se instalaron las mesas de billar y de tresillo (juego de cartas) junto a los gabinetitos para comidas de confianza.

En el año 1863 llegó a Madrid, para estudiar la carrera de Derecho, un joven llamado Benito Pérez Galdós y se instaló en una pensión de la cercana calle de Fuencarral, número 3. Allí conocería al también canario Fernando León y Castillo (a la postre político y responsable de varios ministerios), con quien fundaría quizá la más perdurable -setenta años y con reuniones diarias- tertulia de la colonia canaria en un café de Madrid.

Pérez Galdós mencionó al Café Universal, donde también solía escribir, en algunas de sus obras: “Prim” y “La de los tristes destinos” correspondientes a la cuarta serie de los “Episodios nacionales”. “España trágica” y “España sin rey” de la quinta y última serie de la misma colección. Solía comentar que su novela “Gloria” había sido concebida pasando por la Puerta del Sol, entre la calle de la Montera y el Café Universal.

Durante el mes de julio de 1880 el Café Universal se mantuvo cerrado para llevar a cabo grandes obras de restauración. Su primer dueño había dejado el negocio en manos de su hijo, Juan Fernández Benavente, quien reabriría el establecimiento tres meses después.

El nuevo aspecto del Café Universal fue, a decir de la prensa, de exquisito gusto. En la fiesta de inauguración camareros uniformados sirvieron con profusión y diligencia delicados artículos de una calidad digna de encomio.

La decoración del local era muy novedosa y elegante. Bajo la dirección del arquitecto Egidio Piccoli, en colaboración con los pintores Jorge Busato, Bernardo Bonardi y Francisco Javier Amérigo, todos ellos vinculados con la escenografía, el espacio del café fue repartido y ambientado en los estilos pompeyano, renacentista y rafaelesco.

Los altos techos estaban pintados en vivos colores artísticamente combinados al igual que las paredes, que se hallaban cubiertas por cristales formando elegantes dibujos con el fin de proteger las obras. Los grandes espejos continuaban, como desde la primera decoración, aumentando las dimensiones del salón y sirviendo de reclamo para que la clientela siguiera denominando al Universal como El café de los espejos.

Peñas y tertulias variopintas continuarían a lo largo de los años en el Café Universal; como “La Vicaría”: situada en un rincón alejado de la calle y que ya existía en el año 1906. A ella asistían poetas, periodistas, pintores y todo aquel que tuviera algo que contar, incluidas las mujeres. Años más tarde (sobre 1918), el poeta León Camino Galicia de la Rosa (León Felipe) formaría parte de esta tertulia junto al escultor Emilio Madariaga Rojo y el traductor Wenceslao Roces Suárez, entre otros.

Otra celebérrima tertulia del Universal fue la del torero Vicente Pastor Durán “El chico de la blusa”, que ya en el año 1911 se había reservado su rincón en un lugar bien visible, junto a la vidriera del café.

Por aquellos años el negocio ya había cambiado de dueño siendo sus propietarios Honorio Riesgo y Clemente Fernández, quienes renombraron el establecimiento que pasó a llamarse Gran Café Universal.

La historia del Gran Café Universal continuó su camino entre tertulias, noticias sobre robos de gabanes despistados en su sala de billar, rotura de las grandes lunas de sus ventanales durante alguna protesta en la Puerta del Sol, pero sin anuncios publicitarios en los periódicos. La situación privilegiada del local, así como la costumbre arraigada, entre quienes deseaban escuchar o tenían algo que decir, de visitar a diario cada uno de los cafés de la Puerta del Sol propiciaba la buena marcha de un negocio que no precisaba más reclamos.


Durante la Guerra Civil Española (1936-1939) el Universal formó parte de las industrias socializadas del Sindicato de la Alimentación en Madrid, siendo gestionado por los propios trabajadores.

Tras acometer obras de remodelación, para dar al local un aire de modernidad, el Café Universal reabrió en el mes de diciembre de 1950. Su vieja fachada de madera fue eliminada, su interior redujo el espacio y suprimió la hermosa decoración antigua para presentar un café aséptico, luminoso y anodino.

El Universal, que había reanudado los olvidados conciertos musicales de su inicio, retomó esta actividad con una orquesta de señoritas de la que formaría parte una joven violinista llamada Olga Ramos.

Tras su reapertura del año 1950 instaló, junto a la escalera de acceso al entresuelo, un pequeño y elegante escenario capaz de albergar a orquestas de cinco o seis componentes.

Por entonces el Café Universal, administrado por el escritor y poeta Francisco de la Vega, ya anunciaba su programación musical en la cartelera de los periódicos y tenía la consideración de sala de fiestas.

A partir del año 1951 y durante casi dos décadas La orquesta de Olga, de la que también formaría parte el director Enrique Ramírez de Gamboa “El Cipri”, obtendría grandes éxitos con sus funciones diarias en este café.

El Universal fue el último de los cafés históricos en desaparecer de la Puerta del Sol. En los primeros meses del año 1974 el negocio cerró, llevándose su larga historia por delante.

En la actualidad sólo una placa dedicada a la reina del café concierto Olga Ramos recuerda al galdosiano Café Universal, tras sus ciento trece años de historia.

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