jueves, 30 de noviembre de 2017

Personajes populares de Madrid (Melchor Rodríguez García)


 Melchor Rodríguez García (Sevilla 1893- Madrid 1972) fue un hombre justo que defendió a los más débiles, especialmente a los presos, en un momento muy difícil de nuestra historia, como fue la Guerra Civil.

 Huérfano de padre, trató de abrirse camino como calderero, chapista, torero y otros oficios. Ya en Madrid se hizo sindicalista y dirigió el sindicato de carroceros de la CNT.
br /> Al declararse la Guerra Civil fue nombrado delegado de prisiones, puesto desde el que defendió la legalidad, tratando de impedir las sacas (ejecuciones extrajudiciales de presos). Arriesgando su vida, logró detener las matanzas de presos, como las que se estaban realizando en Paracuellos del Jarama. Su acción fue decisiva para salvar la vida a miles de prisioneros, como los que permanecían en la cárcel de Alcalá.

 Una de las primeras medidas tomadas por Melchor Rodríguez como delegado de prisiones fue la implantación de una norma según la cual quedaba prohibida sin su autorización personal la salida de presos de las cárceles entre las 7 de la tarde y las 7 de la mañana. Esta orden supuso en buena medida el fin de los “paseos” nocturnos de prisioneros. Sus acciones humanitarias le valieron el apodo de “El ángel rojo”. A él, se le atribuye la máxima: "Se puede morir por las ideas, pero nunca matar por ellas".

Melchor fue nombrado alcalde de Madrid durante las semanas próximas al final de la contienda. Finalizada la guerra, fue juzgado en un consejo de guerra con testigos falsos y pasó cinco años en la cárcel. Su liberación fue posible gracias a que el general Muñoz Grandes, a quien Melchor había salvado la vida, se interesó por él.

 Los franquistas le ofrecieron un puesto en el sindicato vertical, pero él siguió siendo fiel a sus ideas anarquistas, por lo que fue detenido en varias ocasiones. Trabajó como vendedor de seguros y escribió artículos y poemas.

 En su entierro, en 1972, coincidieron personas que habían luchado en los dos bandos durante la Guerra Civil.

Melchor tiene dedicada una placa en Triana, el barrio sevillano donde nació. Sin embargo, ninguna calle y ningún letrero tiene en la ciudad donde vivió: Madrid. Ya va siendo hora de que nuestras autoridades se decidan a dedicarle al menos una placa en los lugares donde vivió: la calle Libertad nº 5 o la calle Amparo nº 27.

Conocer a Melchor es conocer a uno de los hombres grandes que ha dado a luz esta tierra nuestra. Muy recomendable el libro de Alfonso Domingo "El Ángel Rojo"

domingo, 26 de noviembre de 2017

La leyenda de Madrid


Durante el siglo de Oro, numerosos literatos y eruditos crearon ad hoc una leyenda clásica que se amoldase a una hipotética fundación épica de la ciudad de Madrid, capital del que entonces era el Imperio español, al estilo de la legendaria fundación de Roma a cargo de Eneas.

Entre los pocos supervivientes que huyeron despavoridos al finalizar la guerra de Troya se encontraba el príncipe Bianor, el cual, tratando de evitar la masacre, se dirigió al puerto buscando alguna nave con la que abandonar el país.

Al no encontrarlas, se abrió camino hacia Grecia y después a Albania, donde fundó un reino. A su muerte, su hijo Tiberis, le sucedió en el trono. Tiberis tenía dos hijos, Tiberis y Bianor. El primero, legítimo de su matrimonio y el segundo engendrado con una bella aldeana llamada Mantua.

Tratando de evitar los problemas de sucesión en el reino, Tiberis dotó de una fabulosa riqueza a la aldeana Mantua y a su hijo Bianor, expulsándolos del reino rumbo a Italia.

Una vez en Italia, y en la región del norte, esta aldeana fundaría la ciudad de Manto, hoy conocida por Mántova.

Cuando Bianor alcanzó la madurez, se vio influenciado por un sueño, donde el dios Apolo le aconsejaba rehusar al reino que le ofrecía su madre, tomando la decisión de partir con sus huestes en dirección a la tierra donde muere el sol.

Antes de la partida, aconsejado por su madre, se puso el prenombre de "Ocno", cuyo significado era "el don de ver el porvenir en los sueños".

El viaje, que duró aproximadamente diez años, quedó interrumpido una noche, en la que de nuevo se le volvió a manifestar el dios Apolo, indicándole que, en ese mismo lugar debería fundar una nueva ciudad a la que tendría que ofrendar su vida.

Cuando Ocno despertó, pudo ver con sorpresa un terreno hermoso, apacible, rico en vegetación de encinas y madroños, con abundante agua. Cerca de este lugar, pastoreaban con sus rebaños unas gentes de carácter bondadoso y amable, llamados "Carpetanos" ó "Los sin ciudad", los cuales esperaban una señal de los dioses que les indicase donde asentar su patria.

Ocno les contó su sueño y allí mismo empezaron a construir una muralla, casas, un palacio y un templo. Cuando la ciudad estuvo acabada y se dispusieron a consagrarla a los dioses, surgió nuevamente el conflicto, ya que, mientras que unos eran partidarios del dios Apolo, otros no lo eran.

Ocno volvió a convocar a Apolo en uno de sus sueños, suplicándole que diera una respuesta a este conflicto.

Apolo volvió a aparecer y le indicó dos cosas importantes: la primera, que la ciudad debería consagrarse a la diosa "Metragirta", llamada también "Cibeles", diosa de la tierra, hija de Saturno, y la segunda, que había llegado el momento de ofrecer su propia vida para que cesara la discordia y se salvase la ciudad.

Al despertar, Ocno transmitió el sueño a sus gentes y mandó cavar un pozo profundo. Cuando estuvo terminado, se introdujo en el mismo y taparon la boca con una enorme losa tallada.

Todo el pueblo se sentó alrededor mientras oraban y entonaban cantos fúnebres, hasta que, la última noche de aquella luna, se desató una terrible tormenta y de las cumbres de Guadarrama, descendió en una nube la diosa Cibeles, que arrancó a Ocno de su tumba y lo hizo desaparecer.

Desde entonces, la ciudad se llamó con el nombre de la diosa "Metragirta". Después, pasó a ser "Magerit" y de aquí a Madrid, "La ciudad de los hombres sin patria".



miércoles, 22 de noviembre de 2017

La casa del pecado mortal



Escribía el periodista Antonio López Baeza, en el año 1926, que cuando estuviese construido el tercer trozo de la Gran Vía y edificadas las nuevas fincas, no serían recordadas las casas que allí estuvieron, célebres en Madrid, ni los hechos que les dieron celebridad. Tal sería el caso de la conocida como Casa del Pecado Mortal situada en la desaparecida y pequeña calle del Rosal, número 3.

La breve calle del Rosal contaba sólo con cuatro edificios en el lado de los números impares y uno en el de los pares. Desaparecida por completo al construir la última parte de la Gran Vía (denominada entonces calle de Eduardo Dato), el terreno y las construcciones de la del Rosal fueron ocupados por: la calzada de la nueva avenida, el inicio de la calle de García Molinas y por gran parte del edificio correspondiente al cine Gran Vía, situado hoy en el número 66.

La Casa del Pecado Mortal, antes de ser conocida por tal apelativo, había sido propiedad de la condesa de Torrejón –también marquesa de Villagarcía- quien, en escritura con fecha del 14 de julio de 1794, había dejado en herencia todos sus bienes a la Real Hermandad de Nuestra Señora de la Esperanza y Santo Zelo de la Salvación de las Almas, institución fundada en el año 1733 con la finalidad, entre otras cosas, de acoger y asistir sigilosamente a mujeres embarazadas de ilegítimo concepto. Desde Felipe V todos los reyes españoles fueron presidentes de esta Hermandad.

Desde sus inicios los integrantes de esta Hermandad, cuyo tenaz objetivo era la de hacer el bien por las almas de los que viven en pecado, salían cada noche para pedir dinero con que sustentar sus propósitos, formando la denominada Ronda del Pecado Mortal. Por parejas, provistos de farol y campanilla, deambulaban por las inmediaciones de figones o tabernas, bailes, hosterías y casas non sanctas cantando tétricas saetas que hablaban del infierno, de la muerte y de lo breve que es la vida. Los destinatarios de tan siniestros mensajes solían agredir a los cantores con todo aquello que tenían a mano: piedras, verduras podridas, restos de pitanza y excrementos varios.

Además de la casa de la calle del Rosal la Hermandad disponía de otras dos en Madrid, en las calles del Barco y Madera alta, dedicadas al mismo fin y conocidas con idéntico nombre por los vecinos.

La historia de esta Casa del Pecado Mortal de la calle del Rosal comenzó aproximadamente en el año 1800. Con sólo una puerta de acceso, que únicamente se abría para dejar salir o entrar a los integrantes de la ronda mendicante, poseía el aspecto de una mansión inquisitorial. Tenía un salón de juntas y custodiaba el archivo de la Hermandad; era también el lugar impenetrable donde se guardaban los fondos obtenidos por las donaciones y contaba con protección regia y gubernamental, que garantizaba el secreto más absoluto de cuanto en ella se hacía. Fue, hasta su desaparición, un negocio de los que no pagan tributos ni son intervenidos por nadie.

Las ventanas de sus cuatro alturas tenían los cristales pintados y estaban protegidas por celosías y persianas que nunca se abrían, incluso en su patio interior, para salvaguardar la identidad de las mujeres que allí vivían. En la parte izquierda de la fachada, bajo un ventanuco, había una pequeña ranura a modo de buzón donde se depositaban los memoriales o instancias de las mujeres embarazadas que debían ingresar en la institución, para que no se empañe la heráldica familiar.

Previo examen de sus memoriales las mujeres podían ser admitidas o no por la Hermandad. Aquellas que ingresaban eran denominadas recoletas y se les destinaba a una habitación con una cama, en cuyo cabecero encontraban tupido velo y una tarjeta con un nombre ficticio que debían utilizar durante todo el tiempo de permanencia en la casa, guardando así el más riguroso incógnito. Tenían derecho a recibir la visita de sus familiares, sólo en los días señalados, y a entrevistarse con ellos a través de una tupida celosía.

La Casa estaba gobernada por una rectora, mujer de cierta edad, soltera o viuda, que era secundada por un celador: único en conocer el nombre real de “las enfermas”, siendo además el encargado de inscribir al fruto del pecado en el registro civil y de, si la madre lo consentía, entregarlo a la Inclusa.

Las recoletas ricas podían ingresar en la casa abonando la cantidad de tres pesetas diarias, en concepto de donativo para la Hermandad, y tenían derecho a una habitación individual. Las mujeres embarazadas pobres eran tratadas de otra manera: no ocultaban su rostro, dormían en habitaciones compartidas e ingresaban en la institución, siempre que hubiese plazas disponibles para ellas, con el requisito de servir a las más adineradas. En el año 1918 la cuota de estancia de una recoleta rica en la Casa ascendía a seis pesetas diarias, lo que daba derecho a estar acompañada por otra embarazada pobre, destinada a su servicio.

En el mes de mayo de 1926 el Ayuntamiento de Madrid procedió a la expropiación de la Casa del Pecado Mortal de la calle del Rosal, para dar paso al tercer y último tramo de la Gran Vía, abonando la cantidad de 113.794’08 pesetas.

domingo, 19 de noviembre de 2017

La muralla cristiana en la calle del Almendro



Hay calles en que su forma esconde toda su historia, son las calles que nacieron a partir de los accidentes del terreno, barrancos, antiguos caminos o arrimadas a las murallas. Dos de ellas son la Cava Baja y la calle del Almendro.

Originalmente la manzana 150 comenzaba a numerarse en Puerta Cerrada, seguía por la Cava Baja de San Francisco, hoy Cava Baja, volvía por la calle del Almendro y por la calle del Nuncio llegaba nuevamente a Puerta Cerrada. Desde el siglo XV la muralla construida en el siglo XII sirvió de apoyo a las casas que la fueron conformando, siendo la calle del Almendro la zona intramuros y la Cava Baja el antiguo foso situado extramuros. Se trata de uno de los tramos de la muralla cristiana con vestigios mejor documentados y representados en los planos.

En el primer plano conocido de la Villa de Madrid Antonio Mancelli la representó de forma esquemática pero muy clara, con sus torres, tres de ellas semicirculares.

Unos años después en 1656 Texeira la dibujó en su plano. En los de Espinosa (1769) y de Coello y Madoz (1849) se aprecia cómo la calle del Almendro iba desde la plaza de San Andrés hasta la calle del Nuncio.

Hacia la mitad del siglo XIX, pues así aparece ya reflejada en el plano topográfico de 1866, la calle del Almendro se prolongó hasta la Cava, atravesando la manzana que quedó partida en dos.

Hoy volvemos al solar que visitamos a finales del pasado mes de agosto, solar con entrada por la calle del Almendro nº 3 y la Cava Baja 22. Actualmente, tal como estaba previsto, el espacio está en obras. El Ayuntamiento lo está acondicionando para que los vecinos y visitantes podamos disfrutarlo como ya contamos.

Recordemos que había sido abierto al público después de más de treinta años cerrado y tapiado.

Eliminados el tapiado y enfoscado se ha recuperado el muro original de piedra y ladrillo así como los huecos de las ventanas de la planta baja del edificio que ocupó el solar hasta su demolición ahora protegidas solo por unos barrotes que permiten ver el interior. La bonita puerta de entrada ha sido restaurada.

El lugar por el que discurría la muralla y un torreón, cuyos restos subsisten bajo el nivel del suelo, se han marcado en el pavimento que recrea la forma de su planta; se han dibujado tal como hicieran Mancelli y Texeira hace siglos. Los visitantes del parque ahora podremos ver y comprender el camino que seguía la muralla, límite de Madrid en el siglo XII.

Dichos restos fueron estudiados en 1983. Como ya vimos, durante la excavación aparecieron vestigios de su cimentación y el arranque de uno de los cubos semicirculares, ahora recreado. En altura se conservan restos en la medianería del edificio contiguo, nº 24 de la Cava Baja.

Además fueron encontrados dos silos en los que aparecieron numerosos vestigios de cultura material, ataifores o platos islámicos y otras cerámicas. Estos materiales hallados en su relleno eran todos de cronología islámica (siglos X y XI), así como cinco fondos para encajar grandes tinajas, de la misma época.

También aparecieron restos arquitectónicos superpuestos o adosados a ella, desde el siglo XIV al XIX.

El muro perpendicular a la muralla que llamó nuestra atención este verano ha sido limpiado y luce espléndido con sus cajones de mampostería entre hiladas de ladrillo, típica construcción medieval.

Es muy probable que se trate de restos de edificaciones que, como hemos visto en otros artículos, se fueron adosando a la muralla a partir del siglo XV. En esta zona, entre Puerta Cerrada y Puerta de Moros, las primeras casas extramuros fueron levantadas a partir de 1517.

El edificio contiguo al solar, actual nº 5 de la calle del Almendro, fue estudiado en 2003. Se llevó a cabo la excavación de un sondeo arqueológico y documentación del muro testero del inmueble con motivo del proyecto de su rehabilitación. En este caso no se encontró muralla pero fue hallado un pozo de época islámica.

En el nº 15 existe otro lienzo, de unos 16 metros de largo por 11 de alto, hallado tras el derribo de un edificio en 1967, que hasta ahora nunca había sido restaurado ni objeto de estudio. Su estado, muy deteriorado por antiguas perforaciones y el paso del tiempo, es de ruina.

Actualmente, de la misma forma que el solar de Almendro nº 3, el jardincito cerrado durante años está en obras para ser acondicionado como espacio público y la muralla andamiada para su restauración. Gran noticia.

Por fin, después de años de abandono y desinterés por parte de las autoridades competentes, la muralla medieval comienza a recibir la atención que merece y esperamos continúe.

Algunos de los solares que el Concejo de la Villa fue cediendo a algunos vecinos para construir viviendas desde los comienzos del siglo XVI ahora, convertidos en parques, van a poder ser disfrutados por todos los vecinos del siglo XXI.



martes, 14 de noviembre de 2017

Los ojos del mundo durante la guerra en Madrid



Si queremos hablar de los mayores testimonios perdidos de la Guerra Civil española y cómo se sintió ésta en Madrid, entonces toca hacer una parada obligatoria al desaparecido Hotel Florida, el cual se ubicó en la Plaza de Callao, esquina con la Calle del Carmen. Éste extinto lugar fueron los ojos del mundo para conocer cuánto ocurría en nuestro suelo durante aquellos aciagos años. Un hermoso edificio en cuyos pasillos y habitaciones se vivió este conflicto de un modo muy especial. Ahora sabremos porqué.

Levantado en 1924 fue otra de las tantas maravillas que aportó el arquitecto Antonio Palacios a Madrid. Constaba de más de 200 habitaciones con todo lujo de equipamiento, como wc privado y teléfono, y una impecable fachada de mármol que acaparó muchísimos elogios. Sin embargo, su gran protagonismo y relevancia histórica llegó en 1936 al estallar la guerra.

El Hotel Florida, dada su fantástica situación, fue el elegido por los corresponsales de guerra, fotógrafos y demás trabajadores del sector periodístico para alojarse en Madrid mientras informaban al exterior de cuanto sucedía en la capital. Algunos de los célebres periodistas que en él vivieron durante estos duros años fueron Mijaíl Koltsov, del Pravda; Henry Buckley, de The Daily Telegraph; Geoffrey Cox o Herbert L. Matthews, de The New York Times. También se alojarían en él el escritor.

Otros nombres que seguramente os sonarán más fueron el escritor americano John Dos Passos, quien publicó para Esquire su “Habitación con baño en el Hotel Florida”. Además, un cliente del Florida fue el siempre presente Ernest Hemingway, quien desde su habitación 109 redactó numerosas crónicas e incluso, con el sonido de los bombardeos de fondo, escribió una de sus escasas piezas teatrales ‘La quinta columna’. Hemingway tuvo tiempo en este hotel de escribir…y de algo más, puesto que aquí coincidió con su amante Martha Gellhorn, enviada especial de otra publicación americana.

El fotógrado Robert Capa también habitó este hotel durante estos grises días y es que, como os decía, buena parte de la prensa internacional se congregó aquí. ¿Os imagináis lo que se tuvo que ver y escuchar por sus pasillos? Periodistas corriendo de un lado a otro para enviar sus textos a tiempo, reuniones clandestinas, tensiones, secretos…sin lugar a dudas unos momentos trepidantes que se borraron de la memoria en el año 1964. Fue en aquel año cuando se decide derribar este notable edificio para levantar en su puesto un Galerías Preciados, origen del actual Corte Inglés. Una durísima pérdida tanto histórica como arquitectónica para nuestro querido Madrid.


jueves, 9 de noviembre de 2017

El Caso Vallecas

El caso de la joven poseída en Vallecas: 
Los sucesos paranormales que comprobó la Policía


Un armario cerrado que se abre repentinamente y de forma antinatural. Estruendos sin justificación en la terraza de la vivienda. Un Cristo separado inexplicablemente de su cruz. Una mancha marrón, identificada como babas. Estos son algunos de los sucesos paranormales que la Policía Nacional, en noviembre de 1992, redactó en el parte de su visita a la casa de la familia de Estefanía Gutiérrez Lázaro, la joven de Vallecas que falleció en extrañas circunstancias tras jugar a la güija con sus amigas.

 La historia, relativamente reciente, con pruebas y testigos disponibles, alcanza por su contexto una dimensión superior en su significado. Todavía sin una explicación lógica o científica, es uno de los episodios más relevantes de la parapsicología en España. Sucedió en la calle Luis Marín, en la popular barriada madrileña, y su consideración ha llamado la atención de diversos expertos en la materia. Igualmente, el tema ha sido tratado en famosos programas televisivos sobre lo oculto y lo desconocido, incluso con la participación de sus padres.

Según se ha narrado, el origen del misterioso suceso remite al inicio de la década de los 90, cuando Estefanía, de 18 años, comienza a interesarse por el mundo del ocultismo. Dado que ya ha participado en alguna güija, organiza otra en su instituto junto a varias compañeras para contactar con el novio de una de ellas, fallecido en un accidente de moto. Los problemas comienzan cuando las profesora las descubre y destruye el tablero contra el suelo. Entonces, la joven comienza a sufrir comportamientos extraños, inexplicables; convulsiones y alucinaciones, voces que la amedrentan y sobras que la acompañan. Nadie alcanza a dar un diagnóstico acertado sobre qué ocurre. Para creyentes, la chica de Vallecas ha sido poseída por el Mal. Así, en agosto de 1991, ingresa en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid y fallece en extrañas circunstancias.

«Misterio y rareza»

El clima paranormal, sin embargo, no cesa con la muerte de la joven. Numerosos episodios aterrorizan literalmente a su familia, que en la madrugada del 27 de noviembre de 1992 llama a la Policía Nacional. Según su testimonio, los crucifijos de la casa se movían sin control y una enorme figura les vigilaba desde el pasillo. Cuando los agentes se personaron en el número 8 de la calle Luis Marín, el padre de la fallecida esperaba en la calle a pesar del frío nocturno de noviembre. Al domicilio acceden el Inspector jefe José Pedro Negri y otros tres policías.

Los hechos avanzados por teléfono son confirmados entonces por los cuatro agentes de Policía, lo que en el parte señalan como «una situación de misterio y rareza». Según recoge el escrito (reproducido y anexo a continuación), cuando están sentados junto a la familia, «pudieron oír y observar como una puerta de un armario perfectamente cerrada, cosa que comprobaron después, se abrió de forma súbita y totalmente antinatural». Así se desencadenó «una serie de sospechas serias».

Y avanza: «No habían salido de la sorpresa y comentando la misma, se produjo un fuerte ruido en la terraza donde pudieron comprobar que no había nadie». Tales sospechas, por tanto, «aumentaron y se reforzaron», hasta confirmarse definitivamente: «momentos después pudieron percatarse y observar como en la mesita que sostenía el teléfono y, concretamente, en un mantelito, apareció una mancha de color marrón consistente identificada como babas». No sólo eso, en su ronda por las habitaciones de la casa observaron un crucifijo en el que el Cristo estaba separado de la cruz, al tiempo que el póster sobre el que se ubicaba contenía las huellas de un arañazo.

domingo, 5 de noviembre de 2017

Los Carabancheles



La delimitación del territorio que podemos denominar “los Carabancheles” y su evolución histórica es un asunto fundamental para el estudio de los antiguos pueblos. Los límites del actual distrito de Carabanchel no se corresponden en absoluto con los términos municipales del Bajo y del Alto, que, en líneas generales, incluían también el territorio del actual distrito de Latina y una cuarta parte del de Usera.

En las próximas entradas vamos a analizar este tema estableciendo varias etapas: la de la primitiva unión de los Carabancheles en un mismo municipio (hasta 1843), la de la separación entre el Alto y el Bajo (1843-1948), la de la reunión de todos los territorios de los Carabancheles como barrios de un mismo distrito de Madrid (1948-1971) y la situación actual (desde 1971).

Para explicar cada una de las etapas resultará imprescindible recurrir a la información cartográfica que ofrecen los mapas y planos antiguos. En este primer artículo vamos a tratar de la época en que los Carabancheles formaban un mismo municipio dividido en dos núcleos urbanos.

El primitivo Carabanchel junto a la iglesia de la Magdalena

Los primeros documentos donde se hace referencia a Carabanchel han sido fechados a finales del siglo XII. Podemos suponer la ubicación de ese Carabanchel primitivo en torno a la Iglesia de la Magdalena o de la Antigua, cuya primera edificación se remontaba posiblemente al siglo XII. El descubrimiento reciente del llamado pozo de san Isidro en la ermita induce a creer en la legendaria vecindad de San Isidro, un campesino más en las tierras carabancheleras de su señor Iván de Vargas. El hallazgo continuo, desde hace doscientos años, de restos arqueológicos romanos en las inmediaciones de la ermita y de la quinta de los Montijo indica un poblamiento de la zona muy anterior, probablemente ininterrumpido, desde época prerromana. Algunos autores han querido localizar allí el poblado romano de Miacum.

Suso y Yuso, Arriba y Abajo

El Carabanchel primitivo pasó de ser un señorío laico, dependiente de varios nobles, a eclesiástico –dependiente de la catedral de Toledo-; por fin, desde el siglo XV, fue lugar de realengo. Por otro lado, se consideraba como una más de las numerosas aldeas del alfoz de Madrid. Bien entrado el siglo XV, la primitiva aldea carabanchelera quedó despoblada y sus habitantes se distribuyeron en dos nuevos núcleos de población casi equidistantes del templo de la Magdalena y entre sí: Carabanchel de Suso y Carabanchel de Yuso, luego de Arriba y de Abajo.

Aunque de hecho las dos aldeas tuvieron un desarrollo independiente, con sus dos concejos, dos alcaldes y dos edificios parroquiales, ambos Carabancheles mantenían la unidad eclesiástica, con un mismo párroco para las dos parroquias, amén de compartir diversos festejos y tradiciones populares. La iglesia de la Magdalena fue considerada desde entonces como ermita principal de las dos aldeas.

El término municipal también era compartido por las dos aldeas, y se extendía por el norte hasta las orillas del río Manzanares, junto a las puentes Toledana y Segoviana, donde comenzaba el territorio de la ciudad de Madrid.


Al principio, la aldea más poblada y más desarrollada fue la de Carabanchel de Suso, luego de Arriba, aunque seguida de cerca por Carabanchel de Yuso o de Abajo. Entre las dos aldeas y la ermita de la Antigua se ubicó, desde finales del siglo XV, la quinta de los Cárdenas, que a partir del siglo XVIII sería conocida como quinta de los Condes de Miranda.

En el siglo XVIII comenzó el desarrollo industrial de los Carabancheles, de modo muy lento hasta mediados del siglo XIX. También se inició el proceso de conversión de los pueblos en morada de muchos aristócratas madrileños, situación que se prolongaría durante cerca de doscientos años. La creación de la posesión real de Vista Alegre contribuyó de modo decisivo a fortalecer el uso lúdico de los Carabancheles por parte de las clases privilegiadas.

Poco antes de la separación de los dos términos, en el primer tercio del siglo XIX, el espacio urbano de los Carabancheles tan sólo lo formaban los dos cascos del Bajo y del Alto. Aún no se había formado ninguna de las barriadas periféricas. La gran transformación urbanística, económica y social de las localidades llegó después de su separación, como veremos en el próximo artículo.

Bibliografía

· Lasso de la Vega Zamora, Miguel. Quintas de recreo: las casas de campo de la aristocracia alrededor de Madrid. Libro segundo: los Carabancheles. 
1ª edición. Madrid: 
Ayuntamiento de Madrid, Área de las Artes, 2007.

· Sánchez Molledo, José María. Carabanchel. Un distrito con historia. 
1º edición. Madrid: 
Junta Municipal de Carabanchel y Ediciones La Librería, 1998.

· Florit, José María. Carabanchel, población romana. Alrededor del mundo, 
3 de julio de 1903, nº 213, pp. 1-2.

· El Siglo Futuro, 7 de noviembre de 1935, nº 18.444, pág. 19.

Fuentes · Hemeroteca Digital de la BNE (http://hemerotecadigital.bne.es/index.vm)


jueves, 2 de noviembre de 2017

Jardines de Las Vistillas



Los jardines de Las Vistillas son un recoleto parque urbano de la ciudad española de Madrid situado en la cima y laderas del antiguo cerro del campillo de las Vistillas, en un balcón natural delimitado hacia el oeste por el valle del río Manzanares y hacia el norte por el antiguo cauce del arroyo de San Pedro, sobre el cual fue proyectada la calle de Segovia. El límite meridional lo marca la calle del Rosario y el oriental el eje viario formado por la calle de Bailén y la Carrera de San Francisco.

Presentan dos tramos bien diferenciados. En su parte septentrional se sitúan la plaza de Gabriel Miró y las zonas ajardinadas trazadas en los terraplenes existentes junto al Viaducto de Segovia. En su parte sur, los jardines reciben el nombre de Parque de la Cornisa, llamado así por estar al borde del barranco al que se asoman las fachadas occidentales de los conjuntos monumentales de la Real Basílica de San Francisco el Grande y el Seminario Conciliar de Madrid.

Historia

Los jardines toman su nombre del cerro de Las Vistillas, denominado así por las vistas que se divisan desde su cima, con diferentes panorámicas de las riberas del río Manzanares y de la Casa de Campo. Se trata de una de las formaciones montañosas que sirvieron de defensa natural a la ciudad durante la Edad Media, sobre la cual fue edificado a principios del siglo XIII el Convento de san Francisco, precedente de la actual basílica dieciochesca. Por esta razón, el lugar era conocido en el siglo XVIII como cerro de Las Vistillas de san Francisco el Grande, aunque, en algunos planos de la época, también aparecía el topónimo de plaza de Las Vistillas.

La citada fundación religiosa y el Concejo de Madrid se disputaron la propiedad de las tierras próximas al convento, que finalmente fueron adjudicadas al municipio. A finales del siglo XVI, el Concejo vendió los terrenos a los duques del Infantado, quienes construyeron una residencia palaciega, que más tarde quedó vinculada a la Casa de Osuna. En el siglo XVIII, el primitivo edificio fue sustituido por un nuevo palacio.

En el siglo XIX, el Obispado de Madrid-Alcalá (en la actualidad, Archidiócesis de Madrid) se hizo con la finca de los duques de Osuna. En 1900 se ordenó la demolición del palacio, para levantar sobre su solar la sede del Seminario Conciliar, si bien se tomó la decisión de conservar los jardines aledaños. Las obras del nuevo edificio se extendieron desde 1902 hasta 1906.

El recinto ajardinado fue comprado posteriormente por el Ayuntamiento de Madrid, que procedió al acondicionamieto de su parte septentrional con la creación de la plaza de Gabriel Miró y la instalación de diferentes elementos urbanísticos y ornamentales usados como marco de verbenas durante las Fiestas de san Isidro, patrón de Madrid.

Antes de su adecuación como jardín, en la década de 1920, la zona albergaba distintos mercados de productos alimenticios, principalmente de melones. En la plaza de Gabriel Miró, en un inmueble situado entre las calles de san Buenaventura y Travesía de Las Vistillas, estuvo el estudio del escultor Victorio Macho que después fue ocupado por el pintor Ignacio Zuloaga.

En febrero de 2009, el consistorio madrileño aprobó la cesión de suelo público al Arzobispado de Madrid para la próxima construcción de la Casa de la Iglesia en la cara occidental de los jardines, a los pies de San Francisco el Grande y del Seminario Conciliar,​ lo que supondrá recortar aproximadamente 15 000 m² de zona verde, algo que está en discusión al ser terreno de arenisca, y no afectar a zona ajardinada. Este complejo multifuncional tendrá una superficie construida de 28 604 m² y se articulará alrededor de un edificio principal, de 140 m lineales de fachada y 14 000 m² de superficie, con seis estructuras anejas.​ Por su parte, el Ayuntamiento recibe del Arzobispado unos terrenos donde se construirá un parque, un polideportivo, una escuela infantil, un centro de mayores, y un aparcamiento para residentes situado debajo de dicho parque. Además, se abrirán nuevas calles que mejorarán las conexiones de la zona, así como el tráfico.

El objetivo de estas reformas es una ordenación urbanística pormenorizada, que comprenda la totalidad de la cornisa del río Manzanares en esta zona de la ciudad, que pueda resolver problemas como la destrucción existente del espacio libre que se configura de forma marginal entre la cornisa del Seminario Conciliar y San Francisco el Grande, y las traseras de las edificaciones residenciales con frente a la Ronda de Segovia, así como la conexión entre la Cuesta de Javalquinto y la zona de la Glorieta de Toledo, extendiendo los jardines de las Vistillas. También se pretende la potenciación vital y funcional de la Cuesta de las Descargas, resolviendo así la incomunicación entre la calle de Algeciras, y la calle del Jerte y la del Rosario.

Descripción de los jardines
Tramo septentrional

Los jardines existentes en la plaza de Gabriel Miró fueron trazados en 1932 por el arquitecto Fernando García Mercadal y remodelados en 1945 por Manuel Herrero Palacios. Ocupan la parte más alta del cerro de Las Vistillas y se distribuyen en dos plataformas escalonadas. La plataforma situada más arriba tiene forma cuasi-rectangular y está rodeada por un murete. Una fuente de planta lobular decora su parte central y, a ambos lados, hay instalados dos monumentos: un busto dedicado a Ignacio Zuloaga, labrado en piedra de caliza por Juan Cristóbal González Quesada en 1947, y la escultura conocida como La violetera, obra de Santiago de Santiago (1925), que estuvo en un primer momento en la confluencia de la calle de Alcalá con la Gran Vía y que fue trasladada a la plaza el 13 de junio de 2003.

La segunda plataforma tiene planta cuadrangular, con cabecera curvada. En ella se inauguró el 29 de mayo de 1972 el monumento a Ramón Gómez de la Serna, realizado en bronce por Enrique Pérez Comendador. Junto a su cara posterior, se eleva una pérgola semicircular, que flanquea al conjunto escultórico.

A la plaza de Gabriel Miró se puede llegar desde la calle de Bailén, por el este, o desde la calle de Segovia, que queda al norte. Cuatro empinados accesos permiten salvar el conjunto de antiguos barrancos: la ondulante calle de Beatriz Galindo; la Cuesta de los Ciegos, en la que unas escaleras de aire monumental, con 254 escalones y construida al inicio del siglo xx suben hasta la plazuela de la Morería;5 y en menor medida la antigua cuesta de las Vistillas, luego llamada cuesta de Javalquinto, y la calle de Caños Viejos. El entorno ha sido ajardinado con manchas de arbolado y césped.

Tramo meridional

El tramo meridional de los jardines se extiende alrededor de los conjuntos monumentales del Seminario Conciliar de Madrid y de San Francisco el Grande, que cierran su lado oriental, hasta entroncar con el Parque de la Dalieda, inaugurado en 2007 junto a la fachada sur de la basílica. Hacia el oeste se sitúa la Ronda de Segovia, que sigue el trazado de la Cerca de Felipe IV, mandada construir por el monarca en 1625 y demolida en su práctica totalidad en 1868.

Completa el tramo el Parque de la Cornisa, en el que se pueden ver algunos vestigios del palacio del duque de Osuna. Así mismo, dentro del recinto ajardinado del Seminario Conciliar, se conservan una fuente, una columna toscana y diferentes escaleras de piedra, correspondientes a los jardines de la citada residencia palaciega desmantelada en los años finales del siglo xix.

Valores paisajísticos

Además de su interés histórico-artístico, el mirador de Las Vistillas presentan importantes valores paisajísticos, al preservar la visión de la cúpula y ábside de San Francisco el Grande y de la fachada occidental del Seminario Conciliar de Madrid, desde el valle del río Manzanares.

Se trata de una de las imágenes más características del panorama urbano madrileño, que se prolonga, hacia el norte, con los conjuntos monumentales de la Catedral de la Almudena, la plaza de la Armería y el Palacio Real, cuya silueta queda igualmente preservada ante la existencia de amplias zonas verdes, como el parque de Atenas y el Campo del Moro, sin apenas edificaciones a sus pies.