domingo, 29 de octubre de 2017

El demonio de la Casa de Correos



Durante la construcción de la Puerta del Sol bajo el reinado de Carlos III, los sucesos paranormales se producen desde el primer día de obras. La creencia popular aseguraba que el demonio se aparecía entre los albañiles para decirles que el edificio que estaban levantando estaba maldito y que, por tanto, pasaba a manos de su legítimo propietario: Satanás. Los obreros se negaron a seguir trabajando e hicieron saber de la situación a sus superiores, que pusieron en conocimiento de la Inquisición los hechos.

La Puerta del Sol es, quizá, el espacio más conocido de Madrid. Epicentro de una ciudad que nunca descansa, esconde multitud de anécdotas y curiosidades tras las fachadas de sus edificios. El más famoso, la Real Casa de Correos que sostiene el popular reloj, lleva allí desde tiempos de Carlos III. El «rey alcalde» ordenó levantarla en 1768. Durante su construcción, ocurrieron una serie de sucesos en el interior que atemorizaron a los obreros hasta tal punto que se negaron a proseguir con sus trabajos.

Ante la gravedad de los hechos, el arquitecto Jacques Marquet –elegido por Carlos III para diseñar el edificio– se vio obligado a solicitar los servicios de la Santa Inquisición para tranquilizar a los albañiles. El francés contrató a un exorcista para limpiar los demonios de cada rincón de las obras. El nombre de ese cura aparece incluso en los pliegos de contratación de la Real Casa de Correos: el padre López.

Para algunos eruditos, la historia responde cuestiones paranormales que escapan a la razón. Sin embargo, otros autores como Marco y Peter Besas en su libro Madrid Oculto (Ediciones La Librería. 2010) aseguran que el padre López fue contratado para contrarrestar una conspiración contra él con el objetivo de infundir el miedo entre sus trabajadores por ser francés. Algunos van incluso más allá y señalan como posible ideólogo de la terrorífica historia al arquitecto español Ventura Rodríguez en las antípodas de la «modernización» de Madrid ideada por Carlos III.



miércoles, 25 de octubre de 2017

El día que todo Valladolid visitó la Casa de Campo




Lo confieso, no soy nada practicante de la Casa de Campo. No sé si es por su (casi) infinito tamaño, si porque siempre creo que me pilla demasiado lejos, el caso es que he ido contadísimas veces y creo que es una relación de desapego bastante generalizada en Madrid. Tengo la impresión de que se ha quedado relegado a un espacio para ciclistas, runners y demás amantes del deporte y la naturaleza. ¿Vosotros también lo pensáis?

La Casa de Campo es un espacio que la mayoría sabe que está ahí, así que lo va relegando en su lista de visitas hasta quedar olvidado. Un pequeño abandono que no tiene nada que ver con el dato que puede conocer hace unos días y que me dejó totalmente impresionado. Para poner un cierto contexto hay que retroceder hasta un día muy concreto del calendario, el 1 de mayo de 1931.

Con la proclamación de la República, muchas de las propiedades y terrenos de la Realeza se fueron otorgando al pueblo, para su disfrute. Es lo que ocurrió con estas 1.800 verdes hectáreas que pasaron de manos de sangre azul al madrileño de pie tras la pertinente firma de documentos. Un momento histórico que retrata esta fotografía.

Aquel primero de mayo de 1931, el ministro Indalecio Prieto entregaba al pueblo de Madrid la Casa de Campo. Un momento que muchos habitantes de la Villa estaban deseando tiempo atrás, para poder disfrutar y sentir como propio un lugar que hasta entonces les resultaba inaccesible. Los madrileños acudieron en masa a conocer el nuevo parque de Madrid ¿Sabéis cuántas personas visitaron la Casa de Campo en su primer día como espacio público? ¡Más de 300.000! Prácticamente toda la población actual de una ciudad como Valladolid.Impresionante, sí que parece que tenían ganas de conocerla…

domingo, 22 de octubre de 2017

Jardines del Campo del Moro



Hoy hemos decidido dar un paseo por los Jardines del Campo del Moro, en Madrid. Mucha gente piensa que se puede entrar en ellos por la parte de arriba, la que está junto al Palacio Real, pero no. De las tres puertas de entrada al Campo del Moro, sólo se puede acceder a los jardines por una: la que está en el Paseo de la Virgen del Puerto.

Tiene horarios de acceso (los puedes ver más abajo), pero la entrada es gratuita y además no son jardines llenos de gente, da gusto pasear con tranquilidad por sus casi 20 hectáreas, sus arboledas y fuentes, ver los pavos reales, dar de comer a los patos y perderse por los caminillos con los chavales.

Los niños pequeños son los que mejor se lo pasan; nosotros hemos ido mucho cuando nuestros hijos eran pequeños. Ahora también paseamos alguna mañana soleada, sobre todo en otoño, es de lo más relajante.

Aparte de su belleza y tranquilidad, los jardines del Campo del Moro tienen una curiosa historia y algún secreto bien guardado, como el famoso túnel de Napoleón, que, por cierto, parece que se volverá a reabrir en breve. También es interesante el origen de su nombre (¿no os preguntáis por qué se llama Campo del Moro?). Pues seguid leyendo, que os lo contamos todo.



¿Por qué se llama el Campo del Moro?

Cuando se crearon los jardines, se les quiso dar algún nombre con reminiscencias históricas y, buscando, encontraron un hecho que les sirvió: en 1109, a la muerte de Alfonso VI, el caudillo musulmán Alí ben Yusuf quiso reconquistar Madrid y, para ello, acamparon en la ladera donde hoy está el Campo del Moro (era un barranco, no estaba como hoy lo conocemos, claro). Su objetivo era atacar el alcázar que estaba en lo que hoy es el Palacio Real por esa zona cercana al río Manzanares. No lo consiguió, pero su intentona acabó pasando a la historia gracias a estos jardines.

Unos jardines difíciles de crear

Pues sí, si conocéis la zona (y, si no, fijaos cuando vayáis), entre la ribera del Manzanares y el alto donde se encuentra el Palacio Real de Madrid, hay un gran desnivel, que en la Edad Media era un gran barranco. Varios reyes, ya desde Felipe II, quisieron crear aquí una zona de paso hacia la Casa de Campo, que sirviera para pasear y descansar del trabajo palaciego.

Ningún proyecto prosperó hasta el siglo XVIII, precisamente por la dificultad del terreno. Sin embargo, Juan de Villanueva presentó un plan viable con el que conectaba el Palacio Real con la Casa de Campo mediante una gruta artificial (a la que luego se dio el nombre de Túnel de Bonaparte). Se excavó en 1810 y quedan aún partes, que, según parece, se van a abrir al público a lo largo de 2017.

Finalmente, en 1844, se dio el impulso final que dio lugar a los actuales jardines del Campo del Moro. La obra la ideó el mismo arquitecto que diseñó la plaza de Oriente (de nombre Narciso Pascual y Colomer). Se rellenó el desnivel con cascotes y materiales de las viviendas e iglesias demolidas durante la ampliación de la Puerta del Sol. Se creó como una alfombra que realzaba la fachada trasera del Palacio Real, y que unía suavemente éste con la ribera del río.

Para adornar los jardines se trajeron dos fuentes: la de las Conchas (estaba en el palacio de Boadilla del Monte) y la de los Tritones (del Jardín de la Isla, en Aranjuez). Es verdad que las obras se tuvieron que suspender por revueltas políticas, pero, a finales del siglo XIX, se terminaron y se plantaron 9.500 árboles y 20.800 arbustos. También se construyeron algunas casas de maderas para los jardineros. En 1960, se instaló dentro el Museo de Carruajes.

Los Jardines del Campo del Moro se encuentran en el centro de Madrid y puedes llegar a ellos en transporte público o acercarte en una de las rutas en autobús turístico, que te paseará por éste y otros lugares emblemáticos de la capital.

Horarios del Campo del Moro

Los Jardines del Campo del Moro abren de octubre a marzo, todos los días de la semana, de 10:00 a 18:00 h. En los meses de abril a septiembre, ese horario, también de lunes a domingo, es de 10:00 a 20:00.



Dónde están los Jardines del Campo del Moro

No es fácil aparcar por la zona, salvo en el parking del centro comercial Príncipe Pío, que está al lado. Pero se entra por el Paseo de la Virgen del Puerto y hasta allí llegan varias líneas de autobuses; también tenéis el metro Prínicpe Pío. En este mapa podéis ubicaros fácilmente.

jueves, 19 de octubre de 2017

La maldición de la calle Marqués de Monasterio



En la calle Marqués de Monasterio, número 10, Madrid, se encuentra una tienda de antigüedades conocida como “El Baúl del Monje“. Un lugar en la ciudad, en pleno corazón de ésta, dónde en el año 1998 comenzaron los extraños golpes surgidos de la nada, estallidos de inexistentes cristales, muebles que se arrastran solos por el local o relojes cuyas manecillas enloquecen y giran a ritmos asombrosos y, sobretodo, una de las más extrañas características de los poltergeist: los aportes

Los “aportes” son materializaciones repentinas de cuerpos sólidos, comúnmente de pequeño tamaño. En el “Baúl del Monje“, estas materializaciones se hacían patente en monedas fuera de circulación, botones o pedazos de madera quemada.

Anteriormente, en ese lugar había sido la casa de un abogado, éste al quedarse dormido con un cigarrillo, provocó el incendio del cual no pudo salvarse.

Pero lo que más impresionó a Ángela y a Noel, los dueños de la tienda, fue un suceso sorprendente y a la vez terrorífico, protagonizado por una cabeza de carnero de terracota:

“Cada mañana, cuando ingresaban a la tienda, la encontraban en lugares distinto, era como si una mano invisible, caprichosamente, la cambiaba de lugar. Y como no conseguían venderla, decidieron tirarla a un cubo de basura, fuera del local. Pero a la mañana siguiente, estaba ahí, de nuevo en el local.”

Cansados y sin ninguna explicación de los acontecimientos que se sucedían día tras días, decidieron llamar a un grupo de parapsicólogos, llamados grupo HEPTA. Fueron testigos de muchos sucesos paranormales pero no supieron dar explicación, del “por qué” y del “por qué razón” de dichos sucesos.

Los fenómenos registrados previos a la llegada del grupo Hepta de investigación paranormal eran descritos como agresivos, de gran intensidad y muy frecuentes. En el inmueble, localizado en la calle Marqués de Monasterio número 10, Se producían fenómenos de materialización, apariciones, ruidos inexplicables y movimiento de objetos inanimados todos los días y todos ellos de índole Poltergeist. Algunos de los fenómenos fueron presenciados por clientes de la tienda.

A la llegada del grupo Hepta comenzaron una serie breve de investigaciones que arrojaron los mismos resultados. De aquellas investigaciones emanan las siguientes declaraciones de los miembros de aquel grupo de investigación

Las lámparas comenzaron a moverse solas. Por ejemplo, los adornos cristalinos que cuelgan de ellas aparecían en otras habitaciones. Saltaban delante de tus ojos o directamente se rompían. Se abrían solos los grifos, a veces parecía como si se cayera una vajilla contra el suelo y muchas otras surgía un olor a podrido que se transformaba en un aroma a rosas increíble. Surgía por las habitaciones e impregnaba algunos muebles. Olía a pelo quemado dentro de uno de los armarios.

Estábamos un día organizando la tienda. Encima de la mesa teníamos un velón y de repente se encendió solo. En otra ocasión Noel tiró a la basura una cabeza de carnero porque parecía cobrar vida. Después de tirarla a la basura la encontramos en la puerta del local. A partir de ese día la hemos escondido.

Había días que cerrábamos la tienda y veníamos a ver qué pasaba. Siempre a la misma hora se desencadenaban los acontecimientos. Estando con unos amigos en la salita principal comenzaron a caernos unos trocitos de madera como carcomida y húmeda.

Los fenómenos desaparecieron tan rápidamente como aparecieron, sin dejar explicación alguna, tanto para los dueños como para los investigadores, que siguen preguntándose: “¿Qué ocurrió en ese lugar?”.

Uno de los investigadores, que era físico, utilizó un magnetómetro para realizar alguna de sus investigaciones, que arrojaron que en un punto determinado del local, el campo electromagnético era cercano a 0 nano-Teslas, algo imposible según la física actual; ya que el espacio terrestre es atravesado por diversos campos electromagnéticos.

lunes, 16 de octubre de 2017

Cuartel de Conde Duque



La sede de la Real Guardia de Corps es hoy el espacio con más fondos históricos. Guarda con celo incunables y textos de Calderón de la Barca de su puño y letra.

Es más grande que el Palacio Real. Sus 58.777 metros cuadrados guardan tesoros de la historia de Madrid desde el siglo XI. O antes. Sobre fueros, costumbres, música, arquitectura, prensa y un sinfín de cosas más. Es el custodio de la historia de una ciudad palpitante, abierta y con sed de aprender. Y de enseñar. Entramos en el Cuartel de Conde Duque, un templo de la historia y la cultura.

Cuatro horas de recorrido no han bastado. Hay 100 kilómetros de estanterías.Otros tantos de pasillos, bóvedas, escalinatas y salas. Incunables, manuscritos, joyas de la música y la literatura se reparten los honores bajo el mimo de todo el personal que atiende estos tesoros ocultos. Albergó a los mejores soldados de la Real Guardia de Corps con sus 400 caballos. Casi perece en un incendio (1869), estuvo a punto de ser derribado (1975), pero hoy luce con esplendor y es el foro por excelencia de la memoria de Madrid.

Ahí están el Archivo de la Villa, con su Fuero de 1202. Este lugar es punto y aparte. Dicen que el Archivo fue la nodriza de todos los demás: la Biblioteca Histórica, la Hemeroteca Municipal, la Biblioteca Musical y el Museo Municipal de Arte Contemporáneo. Hoy, todos están aquí juntos. En el Conde Duque es fácil disfrutar de antiquísimas partituras musicales, de noticieros y publicaciones de todo el mundo desde el siglo XVIII y, también, de los «Autos Sacramentales» de Calderón de la Barca escritos de su puño y letra.

Entre las curiosidades, el nevero. Una fresquera bajo tierra que se llenaba de nieve prensada para conservar los alimentos de los militares a principios del siglo XVIII. Algo así como el «combi no frost» de aquella época. Es un lugar enorme y abovedado que impone. Mucho más cuando te cuentan que por aquí se ha paseado el fantasma de una mujer ajusticiada, que se escuchan sonidos, se ven sombras y rondan historias de espectros. De hecho, hay imágenes de un equipo de expertos midiendo campos magnéticos y psicofonías. Estos cazafantasmas trabajaron dentro de esta imponente bóveda hoy revestida de ladrillo visto.

El cuartel es un edificio barroco (churrigueresco) construido a partir de 1717 por Pedro de Ribera, junto a los muros del Palacio de Liria, residencia de la Casa de Alba. Fue Felipe V, primer Borbón, quien mandó al corregidor marqués de Vadillo hacer «la fábrica y obras que se necesita en el cuartel de sus reales Guardias de Corps, junto al convento de nuestra Señora de los Afligidos, para alojamiento de 600 guardias y 400 caballos». Este cuartel formó parte del sistema de comunicaciones mediante telégrafo óptico, ideado en España en el siglo XIX. La torre de telegrafía era la número uno de la Línea de Castilla, que comunicaba Madrid con Irún.

En cuanto al nombre del cuartel, hay varias versiones. Según Mesonero Romanos era del conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV. También se dice que el nombre viene de su asentamiento en un solar que fue palacio del conde de Aranda y duque de Peñaranda. Sea como fuere, hoy el Cuartel del Conde Duque es un espacio consagrado a la cultura. No sólo por las joyas que atesora, sino porque también es biblioteca municipal, guardián de nobles y antiguos instrumentos, colecciones de vinilos, así como de libros antiguos y nuevos.

29.000 volúmenes

Su Biblioteca Histórica conserva fondos de la antigua Biblioteca Municipal, con más de 209.000 volúmenes de obras manuscritas e impresas entre los siglos XV y XXI. Guarda sus incunables en cámaras de seguridad y en tres armarios ignífugos. Vemos la partitura de «Fausta de Danizetti», una ópera del XIX y diez tomos de sainetes de don Ramón de la Cruz.

Llegamos a la Biblioteca Musical. Un antiguo piano Collin-Collard da la bienvenida. Tiene 320 instrumentos de cuerda y viento como, por ejemplo, una gramola, un kito (instrumento japonés usado por las gheisas) y un órgano bellísimo que se tocaba en el pabellón de caza de la Casa de Campo. Algo único de esta biblioteca es su sección de préstamo de instrumentos para personas sin recursos que no pueden comprarse uno. Se prestan por un curso académico. La convocatoria, siempre en septiembre. Hay tortas.

viernes, 13 de octubre de 2017

Museo Nacional del Prado



Primero fue Museo de Historia Natural y junto con el Real Jardín Botánico y el Real Observatorio Astronómico, componían la Colina de las Ciencias proyecto a realizar en el entorno del Paseo del Prado de San Jerónimo. Eran tiempos dónde el rey Carlos III veía esencial desarrollar el conocimiento de estas materias para el crecimiento económico.

Encargado en un principio, todo el conjunto, al arquitecto de la Casa Real, el italiano Sabatini, sin embargo fué Juan de Villanueva quien cogió el timón de estas grandes obras y las proyectó. Es un momento de la Historia de Madrid (1777), dónde el secretario de Estado (Presidente de Estado) conde de Floridablanca del rey Carlos III cuenta con Juan de Villanueva como arquitecto, que posteriormente sustituiría a los arquitectos de los Reales Sítios, llegando a ser arquitecto mayor de Carlos IV.

En estos edificios se manifiesta claramente la influencia del lugar, tanto física como anímica, como condición y como motivo de inspiración, para el proyecto de la arquitectura. La propia inclinación del terreno donde va a enclabarse el Museo, le sirve de base incluso emocional a sus proyectos.

El edificio del Museo tiene que dar cabida al museo-galería propiamente, una academia y un salón de juntas. Para el proyecto del edificio se hicieron hasta tres planos y una maqueta, que alberga hoy en día el propio Museo del Prado.

La doble pendiente que tiene el terreno, donde se decide ubicar el edificio, le sirve a Juan de Villanueva para situar allí la entrada principal a la Galería, sacándole el máximo partido a esta peculiaridad topográfica del solar. Consigue unir con una expresiva rampa con curva el nivel del Paseo del Prado con el nivel de la entrada a la Galería, un desnivel de casi siete metros de alto. Creando así un edificio paralelo al Paseo donde cada estancia tiene su propio acceso.

En 1785 se empiezan a remover las tierras y en el 88 se alzan los primeros muros. El edificio en su concepción original, está formado por un cuerpo central terminado en ábside, al que flanquean dos galerías alargadas que terminan en pabellones cuadrados, uno a cada extremo. Está recorrido por una serie de columnas a todo lo largo y de fanales donde se sitúan unas esculturas, que crean un ambiente de lo más armonioso, evitándo la frialdad que puedieran trasmitir las columnas. En el centro del eje, tiene un acceso al salón, lo que hoy llamamos Puerta de Velázquez, con un frontón cuadrangular, en vez de triangular como tienen muchos otros edificios, lo cual le dá originalidad y un friso escultórico representando una alegoría del rey Fernando VII, obra de Ramón Barba. Delante de esta Puerta, se encuentra una estatua de Velázquez, obra del escultor Aniceto Marinas y que se inauguró con la presencia de la reina regente y de Alfonso XIII en una emotiva ceremonia rindiendo honores al gran pintor Velázquez y a la pintura española.

La Puerta Norte, hoy Puerta de Goya, que da acceso al Museo presenta un pórtico con dos columnas jónicas y sobre ellas un entablamento liso. La escalinata actual que existe en esta Puerta, se construyó en 1882, eliminando la rampa inicial que había proyectado Juan de Villanueva y haciéndo patente que la Puerta Norte está en el segundo piso y se accede por la escalinata.

En el otro extremo la Puerta a la Academia de las Ciencias, hoy Puerta de Murillo frente al Jardín Botánico, fachada sur, está formada por un vano adintelado, de acceso al interior, y una logia o galería con seis columnas de orden corintio sobre las que se apoya un entablamento.

El interior del edificio es abovedado en sus salas centrales. El vestíbulo de la entrada norte está formado por una rotonda con ocho columnas jónicas cuya bóveda tiene decoración de casetones.

El Museo de las Ciencias sufre una serie de calamidades, que le harán cambiar en parte la fisonomía que proyectó Juan de Villanueva. Entre otras, la destrucción de buena parte del edificio durante la guerra de la Independencia con los franceses y la utilización como cuartel de caballería francesa en 1808. La restauración la apoyó fundamentalmente la mujer del rey Ferando VII, Isabel de Braganza, en 1818, y la llevó a cabo Antonio López Aguado, discípulo del arquitecto y autor. En las diversas actuaciones, la Puerta de Velázquez adquiere mayor notoriedad.

Al año siguiente se inaugura el edificio, esta vez ya como Museo Real de Pinturas, conteniendo parte de las colecciones Reales de Pintura y Escultura Españolas, venidas de los distintos Sitios Reales, entre otras las de Velázquez.

Hay que tener en cuenta que las obras de Velázquez no han salido de palacio y no son vistas por el público en general hasta que este Museo del Prado abre sus puertas al público en 1819. En ese momento la relevancia del pintor no se hace del todo patente, pues los gustos artísticos de los visitantes de la época, son más bien románticos, con un estilo naturalista y de gran religiosidad, muy distintos al estilo barroco del artista. Por tanto hasta la segunda mitad del siglo XIX y hasta la estancia del pintor francés, Manet, quien le descubrió realmente, no se le consideró el mejor artista de todas las épocas y nacionalidades.

Poco a poco y por el incremento del número de obras, se van haciendo nuevas salas, con monografías de los diversos autores.

El Museo cuenta con la mejor y más valiosa colección de pintura de artistas universales (más de 9.000 pinturas). Las diversas Casas Reales han seguido la tradición de coleccionar arte y por ello es tan numerosa. Incluso podría ser mucho mayor, si contáramos con los expolios que se han llevado a cabo en las distintas contiendas sufridas en el País o en los Reales Sitios por donde estában distribuídas las obras. Hasta la desamortización de Mendizábal en 1835, el Museo no adquiere la categoría de Museo Nacional, después de la absorción de los fondos del disuelto Museo de Trinidad en 1872.

En la actualidad la colección del Museo tiene obras de pertenecientes a la Pintura española, Pintura italiana, Pintura flamenca, Pintura francesa, Pintura alemana. Pintura holandesa, Pintura británica, Dibujos y estampas, Escultura, Artes decorativas

En 1995 se llega a un gran acuerdo para la modernización y ampliación del Museo Nacional del Prado, obra que ganará en concurso el arquitecto Rafael Moneo, quien ya había trabajado en otros proyectos parecidos, como el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida y el Museo Thyssen-Bornemisza. El proyecto se termina en 2007 no sin causar polémica entre los madrileños. La reordenación de las colecciones está previsto que termine en el próximo año 2012.

Dicha ampliación es necesaria para albergar nuevas colecciones e infraestructuras del propio Museo. El proyecto conecta el edificio de Juan de Villanueva, con el claustro de la Iglesia de los Jerónimos, a través de un cubo de ladrillo y una serie de pasillos internos.

lunes, 9 de octubre de 2017

Diccionario para entender a un madrileño



Es cierto que cuando llegas nuevo a una ciudad, una de las cosas que más te sorprenden, y a las que te resulta obligado familiarizarte es a su propio vocabulario. Soy consciente de que en mi Pamplona natal utilizamos términos que pocas veces se entienden fuera de nuestra cuenca pero, no os podéis imaginar la de nuevas palabras que he ido aprendiendo, y adoptando, desde que me mudé a la capi en el ya lejano 2008.

Fue en mi primera incursión a las Vistillas, cuando supe que a los vasos de casi un litro de bebida se les llamaba “minis”. ¡Qué raros son estos madrileños! (Pensé entre trago y trago). Con el paso del tiempo supe que los chichos y las chicas, eran en verdad, pibes y pibas. Tampoco tardé demasiado en conocer el sistema métrico universal madrileño que se resume en una sola palabra “mazo”. Todo término o enunciado acompañado de estas cuatro palabras indican una cantidad cuasi infinita y absoluta.

Una de mis últimas incorporaciones a este vocabulario ha sido la palabra “teki”. Imagino que la mayoría ya lo sabréis, pero yo descubrí hace bien poquito que así es como llaman en esta alocada ciudad a los taxis. ¿Cuál será el origen de este vocablo? Sin duda, un secreto a investigar.

Como manual de ayuda para los nuevos en la ciudad, o para que los expertos puedan hacer un balance sobre su conocimiento lingüístico castizo, os dejo este genial y divertido infográfico que han hecho la gente de Uniplaces, un portal que te sirve para encontrar alojamiento hasta en 30 ciudades de Europa y, por supuesto, en Madrid. Se han currado este diccionario gracias al cual nunca más volverás a poner una cara de extrañeza cuando escuches hablar a un madrileño. Aquí tienes 32 expresiones que si has estado en Madrid te serán familiares. Ojalá lo hubiese tenido a mano hace unos años, me hubiese librado de unos cuantos malentendidos…

Aquí están las 32 expresiones madrileñas y su traducción en castellano e inglés

Peluco → Reloj → Watch
Chupa → Chaqueta de cuero → Leather jacket
Gayumbos → Calzoncillos → Underwear
Piba / pibe → Chico / Chica → Boy / Girl
Sobar → Dormir → Sleep
Adobarse → Autoinvitarse → Self invite
Esfumarse → Escaparse →Run away
Molar→ Gustar → Like
Darse el piro → Irse → Go away
Bule → Autobús → Bus
Tek i→ Taxi→ Taxi
Buga → Coche →Car
Está fetén → Está bien→ Smashing
Ir cuezo → Ir borracho → Get hammered
En 0 coma → Muy rápido → Very fast
A pachas → A medias → (To go) halves
A cholón → A saco → Go all out
Ser un bragas → Calzonazos → Wuss
Mazo → Muy/Mucho → A lot
Un moco → Una borrachera → Drunkenness
Estar al loro → Estar atento → Be aware
Guindilla → Policía → Cop
Keli → Casa → House
Quedado → Ser un notas → Attention seeker
Pirao → Loco → Crazy
Chachi → Superior → Top
Macaco → Feo → Ugly
Pipa → Tonto → Silly / Fool
Jeta → Cara →Face
Napia → Nariz → Nose
Jero → Culo → Ass
Mini → Vaso de 750 ml →750 ml glass



jueves, 5 de octubre de 2017

Los fantasmas del Canal


Lo comentábamos anteriormente, todos los teatros tienen o quieren tener un fantasma. En el caso de los Teatros del Canal, la historia cuenta con ingredientes interesantes como caldo de cultivo. 

Este lugar emblemático del arte escénico más actual tiene una ubicación especial. La zona de Chamberí era un bosque que fue perdiendo su condición natural convirtiéndose en terrenos pertenecientes a potentados y congregaciones religiosas. 

Algo que suele suceder en el caso de los ensanches burgueses. En esta zona se encontraba un antiguo cementerio que se levantaba bajo el lugar que hoy ocupa Canal. Esta circunstancia ha dado ápice a historias de apariciones de clérigos y entes de todo tipo en el teatro. Seres de ultratumba que vagan por los pasillos, sucesos extraños o susurros que se pierden en la platea. En Canal los fantasmas con más arte tienen un templo que visitar.