domingo, 13 de agosto de 2017

Leyenda de la hija del Dr. Velasco



Se dice que el famoso médico del siglo XIX paseó el cuerpo embalsamado de su pequeña por el Retiro; y, aunque finalmente recibió sepultura, fue hallada en la Universidad.

Alcanzado un elevado estatus como anatomista en la España del siglo XIX, el Doctor Pedro González de Velasco, que hoy da nombre a la calle del Dr. Velasco de Madrid -entre la calle Alfonso XII y la ronda de Atocha-, ordenó la construcción de una mansión que, además de servirle como residencia, se utilizara como museo personal para la fantástica colección etnológica que poseía de sus numerosos viajes al extranjero. Dicha construcción neoclásica alberga en el presente el Museo Nacional de Antropología, justo enfrente de la estación de trenes de Atocha.

El museo se concibió en sus inicios como un importante punto de encuentro para el pensamiento liberal de la época, con una sala dedicada específicamente al estudio del Hombre y su relación con el cosmos. Además, contaba con un amplio repertorio de conchas de mar, plantas o esqueletos. Una joya que, sin embargo, empezó a perder brillo por un asunto personal que afectaba a la única hija del Dr. Velasco: Concha.

La niña, de quince años, había contraido el tifus una década atrás, en 1864, y no mejoraba con el tratamiento que le había recetado el Dr. Benavente, amigo personal de Velasco. Hastiado por la situación, cada día más crítica, su padre le administró por cuenta propia un purgante que, según creyó, pondría fin a su enfermedad. Lejos de provocar el efecto deseado, tuvo el contrario, y la pequeña tuvo una hemorragia interna que acabó con su vida. «¿Por qué no me mataste a mí primero? ¡He matado a mi hija!», exclamaba un deshauciado Dr. Velasco cuando su compañero y amigo llegó a atender a Concha, sin que pudiera salvarla.

Exhumación del cadáver

Antes de ser enterrada, el Dr. Velasco utilizó todos sus conocimientos técnicos en la materia para embalsamar a la niña. El famoso anatomista, en ese sentido, nunca llegó a superar la muerte de su hija, e inundó su vida de retratos y fotografías de ella. Cualquier rincón de su casa, y de hasta su carruaje, contaba con la imagen de Concha. Una vez terminada la mansión, en 1875, incluso construyó en su interior una capilla en su honor. La obsesión del doctor llegó al punto de exhumar el cadáver y transportarlo a su casa desde el Cementerio de San Isidro, con el absoluto rechazo de su mujer, cosa que ignoró completamente.

Según un relato del Dr. Pulido, uno de los profesionales más reputados de la época, cuando en una mañana de 1875 se abrió el ataúd, se encontraron con un cuerpo perfectamente conservado, de una naturaleza macabra. El Dr. Velasco, dicen, no pudo reprimirse y se abalanzó sobre el cuerpo, que abrazó con cuidado, proyectando una felicidad radiante y extraña.

«Sentada a la mesa»

Velasco, ya lejos de cualquier atisbo de cordura, decidió que no volvería a separarse de su hija, y que ésta le acompañaría el resto de su vida, aunque fuera en ese estado: como una momia. Así, el cuerpo de Concha estuvo expuesto en una de las salas de la mansión, y una vez completado el proceso de momificación de forma efectiva, su padre ordenó que la vistieran, maquillaran, peinaran y adornaran con las más exclusivas joyas. Todo para recobrar un aspecto humano.

Cuentan las crónicas de entonces que el Dr. Velasco hablaba con ella, la sentaba a la mesa y hasta la llevaba a pasear al parque del Retiro. Incluso se dice que fue visto con el antiguo novio de la niña, el también doctor Nuñez Sedeño, subiendo por la noche a un carruaje con el cuerpo de una mujer interte vestida de novia.

La momia de Medicina

La presión familiar sobre el Dr. Velasco hizo que, finalmente, y pasados los años, se le diera santa sepultura a Concha. Asunto zanjado si no fuera porque ciertas versiones contradictorias, no confirmadas, apuntan a que el cuerpo de la niña fue hallado en una sala de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. ¿Cómo llegó hasta allí? ¿Porqué había un cuerpo de las mismas características con una etiqueta que decía «543, momia de la hija del Dr. Velasco»? ¿De quién era, si no?

La respuesta la dio el Dr. Enrique Dorado en una investigación de 1999. Dicho cuerpo, dice, era de Carmen Tarín y Perdiguero, una niña muerta por una tisis pulmonar y cuyo cuerpo fue entregado al Dr. Velasco para su investigación, y de ahí la confusión con la etiqueta. Carmen, al parecer, fue enterrada en un nicho defectusoso, y se momificó por las características químicas de un arroyo que pasaba junto al cuerpo. En cualquier caso, pasados los años, diversos expertos apuntan a que todo lo que rodea a la hija del doctor es fruto de las supersticiones, de una leyenda, y que el cuerpo ni siquiera llegó a estar en la Universidad. «Era una historia para asustar a los estudiantes», declaró José Antonio Sánchez, director de la escuela de Medicina Legal de la Complutense.



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