lunes, 10 de julio de 2017

Los Aguadores de Madrid



¡¡Aguaa!! ¿quién quiere agua? 

 Ya que este fin de semana parece que ya ha llegado el calor del verano antes de tiempo, parece que va apeteciendo salir a la calle siempre y cuando nos hidratemos bien. 

Hace no mucho tiempo, esto de beber agua en la calle era todavía más fácil, ya que existía una profesión, hoy ya desaparecida, que daba de beber a las sedientas gargantas de los madrileños. Hablamos de los aguadores, y aguadoras, – no es una cuestión de género sino es que también había mujeres con esta profesión- de Madrid.

Se conoce su existencia desde el siglo XV, donde ya funcionaban las primeras fuentes públicas de Madrid y estuvieron trabajando hasta bien entrado el Siglo XX. 

Era un gremio aparentemente controlado y regulado por el Ayuntamiento. Su origen como profesión es bastante anterior, ya que los encontrábamos en la época musulmana en la península ibérica, donde entonces se llamaban los azacanes moros o mozárabes que en Madrid, como en en otras ciudades como Toledo o Sevilla, prestaban su oficio de porteadores de agua sirviéndose para ello de un burro o un carro llevado por ellos mismos. Una profesión como podéis ver, no exenta de riesgos y trifulcas de todo tipo.

Cumplían varias funciones, dependiendo del cliente y del propósito de la venta de agua. Al famoso grito de AGUAAAA ¿QUIÉN QUIERE AGUA? – como en la verbena de agua, azucarillos y aguardiente- las aguadores iban por las calles con un botijo del que te dejaban beber- siempre que supieras, que no es nada fácil beber de un botijo – o con un cántaro y un vaso poco higiénico de hojalata desde donde bebían todos los madrileños que a ellas se acercaran. 

Pensad que el pavimento de las calles tardó también en llegar, así que el polvo de la calzada que levantaban los carruajes secaba todas las gargantas, por lo que un vaso de agua fresca era lo más socorrido y también lo más demandado. 

Otros aguadores, más profesionales, llevaban un carro a mano o directamente con burros, para servir agua en los aljibes de las casas que no tuvieran la suerte de tener pozo . Insisto en que parece que hablamos de hace siglos , pero el agua corriente en todas las casas de Madrid – no sólo en las más pudientes- no llegó hasta bien entrado el siglo XX. Imaginaos lo demandada que era esta profesión por entonces.

Varios Secretos son los que rodean a esta curiosa profesión. Y es que las fuentes públicas estaban clasificadas en tres tipos: para vecinos en exclusiva, para aguadores en exclusiva, o para los dos, con los grifos bien diferenciados, para evitar peleas, aunque siempre las había… por ejemplo en época de Austrias, se decía que las fuentes cercanas al Alcázar se quedaban sin agua cuando se regaban los jardines del exclusivo edificio…. Además, fue también una profesión no ausente de picaresca, tan extendida por los barrios madrileños. 

En algunas barriadas de Madrid, entre los años 60 y 70 del siglo pasado, los aguadores que trataban de mantener su profesión engañaban a los inmigrantes asentados en chabolas, y les decían que el agua de las fuentes no era buena, ya que la suya provenían nada más y nada menos que del río Lozoya, el mismo río que da agua al canal del que hoy todos podemos disfrutar en nuestras casas… así que con el calor a hidratarse bien y ¡a la calle todo el mundo!














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