domingo, 12 de enero de 2014

Leyenda de San Antonio el Guindero

La devoción por San Antonio de Padua era muy extendida en la ciudad de Madrid durante el primer tercio del siglo XVII. A sus seguidores se les denominaba con el mote: "guinderos". La razón de este apelativo era que sus devotos portaban un escapulario en el cuello con la representación de una guinda y llegado el 13 de junio ofrecían las denominadas cerezas del santo. La congregación de los guinderos nace de una leyenda madrileña en la que un campesino arriero que subía por la cuesta de la Vega con su burro cargado de cerezas para ser vendidas en el mercado de los Mostenses, derramó su mercancía por rotura de los amarres de la carga.


Al ver las cerezas rodando cuesta abajo, el campesino rezó a San Atonio solicitando su ayuda. Al poco tiempo un monje apareció ayudando al campesino a recoger todas las cerezas derramadas por la calle. Al finalizar, el monje hizo prometer al campesino que llevaría un puñado de las mismas a la parroquia de San Nicolás al terminar su venta del cargamento. Cuando, al finalizar su jornada, el campesino se dirigió a la iglesia la encontró vacía, comprobando que el monje era San Antonio de Padua por la representación que había de él en un cuadro. El cuadro que sacó de dudas al campesino se encuentra en la actualidad en una de las capillas de la Iglesia de la Santa Cruz.


La Real Congregación de San Antonio "El Guindero" (denominada popularmente como: de los "guinderos"), fue fundada en el año 1720, y ya conmemoraba el milagro del campesino en la cuesta de San Vicente. La Real Congregación tenía su sede en la iglesia de Santa Cruz (ubicada al comienzo de la calle de Atocha), y custodia en la actualidad el cuadro que dio origen al milagro. En simultaneidad con la verbena de San Antonio de la Florida, el 13 de junio de cada año se celebra la devoción por el santo repartiendo ese día panes y guindas entre sus feligreses.
A finales del siglo XVIII, el diseño de un nuevo trazado que rehabilitó la salida de la capital durante el reinado de Carlos III (al igual que hizo con la calle de Alcalá y la puerta homónima), provocó la demolición en 1768 de la vieja ermita en el paseo de la Florida. El arquitecto Francesco Sabatini diseñó la carretera del Pardo que parte de la puerta de San Vicente, al tiempo que delineó también el proyecto de una nueva ermita. Esta ermita, la segunda en la serie de ermitas construidas en el lugar, tuvo una corta existencia de veintidós años, y no poseía todavía la advocación de San Antonio. Se construyó más alejada del núcleo urbano que la anterior, en las estribaciones de la montaña del Príncipe Pío.

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