lunes, 27 de enero de 2014

EL ESCUDO DE MADRID


En 1569, López de Hoyos dibujó y publicó la figura de una sierpe o culebra grabada sobre una de las puertas del segundo recinto amurallado de la Villa, la llamada Cerrada, conjeturando sobre el posible origen griego de Madrid. Hoy, cuando está totalmente demostrado que nuestra ciudad fue fundada por los árabes (incurre también Hoyos en considerar la segunda muralla como primigenia), aquellas conjeturas, realizadas estando reciente el estreno de la capitalidad, parecen estar motivadas por el deseo de darle a Madrid, con la mejor buena fe, un pasado fabuloso y una solera antigua que no tuvo. Pero, un siglo después, la fantasía de alguien, unida a la de entonces, transformó la sierpe en un grifo o dragón e hizo que el escudo de la Villa, desde 1692 hasta 1961, ostentase una imagen nacida de tan peregrina deformación.


 Es en ese año de 1961 cuando el Ayuntamiento, ante estos cambios tan caprichosos en el escudo, quiso saber cuál era el verdadero, solicitando un dictamen de la Real Academia de la Historia. Y es el prestigioso académico don Dalmiro de la Válgona quien lo fija en estos términos: “Sin dragón, el escudo de Madrid sería de plata; el madroño de sinople (verde), terrazado de lo mismo, frutado de gules (rojo), acostado el oso empinante de sable (negro); bordadura de azur cargada de siete estrellas de plata. Al timbre, corona real.”


Desde entonces el escudo ha vuelto a su condición primitiva, y ya no aparece el mítico dragón que nunca tuvo razón para llegar a él, ni la corona de laurel, añadida en el siglo XIX.

Ya en la batalla de las Navas de Tolosa, en el año 1212, acudieron las milicias madrileñas con su pendón al frente, en el que, bordados, aparecían el oso y el madroño; es, pues, de larga tradición el escudo de Madrid.

Se dice que el oso se alza hacia los frutos del madroño por una disputa entre el Cabildo de la Villa y el Concejo. La causa era la utilización y renta de los terrenos comunales, llegándose a un acuerdo por el que las parroquias disfrutarían de los pastos y el Ayuntamiento del fruto y leña de los árboles. Este antiguo acuerdo se plasmó en la adopción de un oso pasante y paciendo para el Cabildo y de un oso rampante sobre el madroño para el Concejo.

La corona real sobre el escudo fue un privilegio añadido al título de "Imperial y coronada villa", concedido a Madrid por Carlos I en las cortes celebradas en Valladolid en 1544.

Las siete estrellas parecen indicar una representación de la constelación Carro u Osa Mayor. Se hace alusión, de esta manera, a Carpetania, región a la que pertenecía Madrid. Carpetania se deriva del nombre latino Carpetum, que significa carro.

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