miércoles, 5 de junio de 2013

Calle de los Mancebos.


Calle de los Mancebos
 A pocos pasos de la parroquia de San Andrés, se encuentra la calle de los Mancebos y, como se puede ver en la foto, en la placa de azulejo que da nombre a la calle, aparecen dos jóvenes encadenados, una teja y una daga pero, ¿qué significan estos símbolos? Antiguamente a los jóvenes se les llamaba ?mancebos? palabra que, según la Real Academia de la Lengua, viene del latín y significa, mozo de pocos años, entre otros significados. Dicho esto, podemos empezar a aclarar el significado del azulejo y del nombre de la calle. Un apacible día de junio de 1217, en el palacio episcopal de la ciudad castellana de Palencia, se encontraba Enrique I de Castilla jugando con unos niños. Que el rey estuviese jugando con niños puede sonar raro pero, no menos raro es imaginar a un rey de 13 años, como era Enrique I reinando, así que lo lógico, es imaginar a un jovencísimo rey haciendo lo propio de su edad, jugar. La mala suerte quiso que, por accidente, al joven rey le cayese una teja en la cabeza que le dejó inconsciente. Unos días más tarde, el rey moriría a consecuencia de este accidente. Se culpó de la muerte a dos chavales, fueron acusados de lanzar la teja al rey y, éstos fueron detenidos y enviados a Madrid para juzgarles. Se les encerró en la casa de los Laso de Castilla que, al parecer, se encontraba muy cerca de la parroquia de San Andrés y allí mismo fueron ajusticiados, degollados con una daga. La calle lleva el nombre de aquellos desgraciados y la placa de azulejo les recuerda.


Todavía en la actualidad se encuentra en Madrid una calle llamada Angosta de Mancebos, una reliquia de la época mora de la ciudad situada en las proximidades de las murallas árabes que la codicia urbanizadora de un alcalde del cual es mejor ni recordar el nombre derribó una noche con plena conciencia pero poco conocimiento para cambiar los polvorientos ladrillos por cemento anodino.


En esa calleja estrecha se alojaban los más apuestos mancebos de Madrid a donde los mayordomos de las mejores casas del reino acudían en busca de servicio para sus señores y en especial para sus señoras aunque, si el mancebo era buen profesional, no le hacía ascos a pelo o a pluma.


Por no se sabe que extraños mecanismos todo joven de ojos de garza y largas pestañas, cuerpo firme y nalgas duras como naranjas procedente de cualquier parte de la ciudad, acababa recalando en dicho callejón y allí no tenía más que esperar a que apareciese un criado de los Alba o los Albuquerque para pasearse moviendo el talle y dejando caer las pestañas, para acabar vistiendo la librea de una casa noble o de aquellas de los advenedizos que habían hecho fortuna con la explotación de esclavos en Cubas o las Filipinas.













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